Este avance ha sido llevado a cabo por un grupo de investigadores de la Universidad de Texas (Estados Unidos) que se han apoyado en un sistema de inteligencia artificial llamado GPT, el cual usa aprendizaje profundo para generar texto. En esta investigación, el modelo de lenguaje GPT fue entrenado con las imágenes fMRI del cerebro de tres personas a las que se les hizo oír 16 horas de audios de un consultorio del New York Times y del programa The Moth Radio Hour. De esta manera pudieron hacer corresponder lo que veían con su representación en la cabeza. La idea es que, cuando volvieran a oír otro texto, el sistema pudiera ir anticipándolo basándose en los patrones de lo ya aprendido.
Para llevar a cabo la traducción de los pensamientos en palabras, los investigadores registraron datos de imágenes de resonancias magnéticas de los participantes mientras escuchaban 16 horas de relatos narrativos, para entrenar el modelo en el mapeo de la actividad cerebral y las características semánticas que captaban los significados de ciertas frases y las respuestas cerebrales asociadas. Posteriormente, el sujeto escuchaba una nueva historia o la contaba en su imaginación para que la máquina generase secuencias de texto a partir de la actividad cerebral, captando los significados de las nuevas historias, así como algunas palabras y frases exactas.
Con este procedimiento, el descodificador propone secuencias de palabras “y para cada una de esas palabras que pensamos que podrían venir a continuación, podemos medir lo bien que suena esa nueva secuencia y, al final, vemos si coincide con la actividad cerebral que observamos”, según detalla Alexander Huth, neurocientífico de la universidad tejana.
El decodificador funciona por medio de un resonador magnético y un sistema similar al de ChatGPT, y es capaz de captar la idea general de lo que se está pensando, aunque no recupera las palabras exactas. Se basa en parte en un modelo de transformador similar a los que impulsan las plataformas de inteligencia artificial ChatGPT de Open AI y Bard de Google. Los autores indicaron que se tomaban “muy en serio” la preocupación de que un dispositivo de este tipo pudiera llegar a usarse con malos fines y han trabajado para evitarlo.
Este sorprendente avance ayudaría a que personas mentalmente conscientes pero con dificultades físicas para hablar puedan comunicarse mejor. Además, el descubrimiento puede tener aplicaciones en el ámbito de la medicina, como por ejemplo, en el tratamiento de pacientes que han sufrido un derrame cerebral o lesiones cerebrales traumáticas.
Aunque el avance es muy prometedor, hay que tener en cuenta que el dispositivo sólo ha sido usado hasta ahora con tres personas. Además, el sistema todavía tiene limitaciones, como la necesidad de estar en un entorno de resonancia magnética, que puede ser costoso y no siempre está disponible. También hay preocupaciones éticas sobre la privacidad mental y la posibilidad de que el dispositivo pueda ser utilizado con malos fines. Por lo tanto, es imprescindible seguir investigando las implicaciones para la privacidad mental y ser proactivos con políticas que la protejan.
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