Por Juan Monteverde – Concejal de Rosario
No hay nada más potente que una metáfora. Esa forma simple de explicar algo complejo. Esa otra manera de decir algo para que más gente entienda y entre en la conversación. La metáfora, al contrario del lenguaje técnico que usan abogados, políticos y otras yerbas, democratiza. Porque si más entienden de qué hablamos, más serán quienes quieran opinar y decidir. De eso se trata la democracia en última instancia.
Por eso hoy voy a intentar explicar la compleja y dura realidad que vive nuestra ciudad con una serie que seguro casi todos vieron y que habla de muchas cosas pero sobre todo habla sobre qué pasa cuando el poder entra en crisis y los que mandan ya no mandan. Cuando ya no pueden, no quieren o no saben cómo resolver los problemas de las grandes mayorías y la realidad les pasa por encima.
Quienes habitamos esta hermosa pero violentada ciudad llamada Rosario, hace rato que vivimos escenas que parecen salidas de los mejores guionistas de ficción. Entonces me parece útil usar una serie que me gusta mucho como Games Of Thrones, para graficar la situación que estamos atravesando y, a través de ella, compartir con los lectores de este flamante portal dos ideas muy simples e importantísimas, que determinarán el futuro cercano:
1- tenemos una batalla durísima por delante y es entre mafias o democracia
2- todavía es posible construir una Rosario sin miedo.
Como la serie, esto que empezó como una columna de opinión se convirtió en un gran texto que, para no cansar a quien lee, saldrá en tres capítulos. Con ustedes el primer episodio:
Capítulo 1. La única guerra que importa
Game Of Thrones se desarrolla en un lugar donde existen “Casas” o reinos pequeños que conforman un reino más grande llamado Poniente. Como bien reza su nombre, cada temporada de “Juego de tronos” pone en el centro las disputas entre esas Casas por hacerse de la corona más grande, en un contexto de crisis del orden dominante y falta de un liderazgo con poder y legitimidad. Desde el minuto uno la serie muestra una realidad fuera de control, un momento donde lo viejo no termina de morir y lo nuevo no termina de nacer.
Pero por detrás de estas peleitas de poder hay una trama mucho más importante y definitiva: fuera de la frontera del reino avanza un ejército de muertos-vivos, llamados “Caminantes Blancos”, que viene a liquidarlos a todos, con el agravante de que cuando matan a una persona, estas reviven y se convierten en un caminante más. O sea que es un ejército que crece indefinidamente porque fagocita todo lo que toca. Nada podría generar más miedo. Los más desesperados en detener este avance son los pobladores del norte, que viven más cerca de la frontera, en un reino llamado Winterfell. Ellos tienen el problema ahí y lo conocen de primera mano. Tanto así que todo el tiempo repiten una oración como mantra: “Winter is coming” (se acerca el invierno) Mientras tanto la reina, que está lejos en la Capital, subestima el problema, se muestra más preocupada por sus propias batallas y los trata de exagerados y supersticiosos.
Así es que, luego de siete (7) temporadas de grandes peleas, enfrentamientos, idas y vueltas, deciden llevarle un muerto-vivo hasta la capital, para que todos los dirigentes del reino lo vean con sus propios ojos y advertirles que de no hacer nada van a morir. A todo esto, es notable el parecido que hay entre Desembarco del Rey, la capital en Game Of Thrones, y nuestra capital, la Ciudad Autónoma de Bs As. Ambas son (y se comportan como) el escenario público del poder, donde todo se dirime en torno al trono y las pocas manzanas que lo rodean.
Semanas atrás, cuando desde un medio de CABA me preguntaron por qué la violencia se da de esta manera en Rosario y no en otra parte de Argentina, respondí que una razón es por no ser la capital. Estamos tan invisibilizados y abandonados por el poder central que puede pasar cualquier cosa durante años sin que nadie intervenga. Al igual que la realidad, en Game Of Thrones todo lo que vaya más allá del trono no tiene importancia. Al resto del reino se lo gobierna como colonia y la única manera de ser visto es golpeando las puertas de la Fortaleza Roja, que no es rosada pero casi. Eso hicieron los habitantes de Winterfell junto a algunos aliados, para ver si alguien reaccionaba.
La escena del encuentro entre quienes se vienen enfrentando durante seis (6) temporadas y al fin se ven las caras para abordar el verdadero problema que tenían, es un calco de lo que sucedió en Rosario estas semanas-años y también de la situación que atraviesa la política argentina. Porque apenas comienza el tan esperado cónclave por el que tantos han dejado la vida, justo en ese momento, aparecen las chicanas, las peleas del pasado y los insultos. A lo largo del tiempo, todos fueron aliados y rivales alguna vez y todos tienen algo para recriminarle al otro. A la vez, todos fracasaron en el intento de construir un orden nuevo, legítimo, con autoridad.
Los Lannister acusan de usurpadores al bando de los Targaryen, que hace años se exiliaron porque los Lannister los derrocaron. A su vez, la reina acusa al hermano de haber matado a su hijo y los Greyjoy, una familia sin ningún tipo de talento o relevancia, también se pelean y aportan al griterío. Como en Game Of Thrones, la política real, tanto local como provincial y nacional, está replegada en los palacios, se pelea por estupideces, actúa con torpeza y muestra impotencia e indiferencia mientras por detrás, durante más de diez años (o 10 temporadas), en una de las principales ciudades de ese mismo país, viene creciendo y escalando una crisis de violencia inédita en la historia.
Pero cuando parece que la reunión va a fracasar, uno de los protagonistas de la serie, Jon Snow, muestra al muerto-vivo que tuvieron que llevar hasta allí y queda claro lo que estos son capaces de hacer. Ante el silencio espantado y la mirada azorada de todos los presentes dice: “hay solo una guerra que importa, la gran guerra”
¿Cuánto hace que deseamos la oportunidad de gritar ante el principal escenario del país que en Rosario el invierno se acerca y si no hacemos nada pronto será tarde? Que la subestimación de esta realidad, producto de la situación crítica de la política argentina en cuanto a horizontes, legitimidad y liderazgos, complica y retrasa la verdadera lucha que tenemos que dar. No hablamos solo de narcotráfico, esto ya escaló, ya mutó en algo más peligroso. Hablamos de mafias que capturaron los principales resortes que regulan la vida y la muerte de más de un millón de personas. Una mafia que, al igual que los caminantes blancos, se expande y fagocita todo lo que toca, sea legal o ilegal. Ya permeó a la sociedad, al Estado y al mercado. Y se hace cada vez más grande y está en todas partes: por abajo las drogas, las armas y la muerte en los barrios populares; por arriba el lavado de dinero de los ricos; y por el medio una policía totalmente podrida.
La violencia se volvió estructural y ya se convirtió en un lenguaje, una forma de hacer las cosas, un mecanismo con el que cualquiera dirime sus conflictos y manda mensajes. Cuando dijimos que el asesinato de nuestro compañero Eduardo Trasante era un punto de inflexion, un crimen politico y un mensaje mafioso, y que la disputa por venir era entre mafias o democracia, muchos se ofendieron o subestimaron el mensaje. Pues volvió a pasar y no solo por “lo de Messi” que se visibilizó a nivel mundial. Otra vez, como en Game Of Thrones, tuvo que aparecer el cuerpo de un niño de 12 años en todos los canales de televisión y llegar hasta la capital del país para que los reyes de los tres poderes del Estado Nacional entiendan la magnitud del problema, dejen de comentar la realidad y se pongan a trabajar en conjunto.
Al comienzo de esa reunión que casi fracasa, el entrañable personaje de Tyrion dice “somos un grupo de personas que no nos agradamos, hemos sufrido a manos del otro y no hay conversación que borre los últimos 50 años, pero esto ya no se trata de cómo vivir juntos, sino de cómo sobrevivir”. Tal vez ese sea un comienzo. De no ser por la gravedad de la situación, todo esto no sería necesario. Podríamos seguir discutiendo si nos gusta más o menos tal o cual política de cualquier gobierno. Pero no se trata de eso. Tenemos una pelea muy dura por delante contra un conflicto social de magnitud continental (lease Brasil, México, Ecuador, Paraguay) que, por distintas razones, se materializa en una ciudad en particular. Y esa ciudad necesita urgente un cambio de cultura política por parte de los máximos responsables de todos los niveles en todas las esferas del Estado. Entender que Rosario no es un caso aislado o un territorio en estado de excepción, sino un espejo que refleja lo que se acerca en un futuro no muy lejano en Argentina.
Continuará….
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