Fieles de toda Rosario colmaron la catedral para despedir al Papa Francisco, en una jornada de homenaje marcada por la emoción y la fe.

Desde temprano, numerosos fieles acudieron a la Catedral de Rosario para despedir al Papa Francisco, fallecido este lunes a los 88 años. La convocatoria fue masiva: el templo se llenó y muchos debieron seguir la misa desde la vereda, e incluso desde la calle. A lo largo del día, la afluencia no cesó. Personas de distintos barrios se acercaron a orar, dejar ofrendas y participar de las ceremonias en homenaje al sumo pontífice.
La misa principal comenzó a las 19.30 y fue oficiada por el arzobispo Eduardo Martín. El religioso recordó al Papa como una figura cercana, que impulsó una Iglesia abierta a los más alejados. La imagen de Francisco, colocada junto al altar desde la mañana, acompañó las distintas celebraciones. A pesar del día laborable, muchos se hicieron un momento para asistir, antes o después del trabajo.
La misa se realizó en un templo parcialmente en obra, lo que redujo aún más el espacio disponible. Los fieles ocuparon el vallado de ingreso para intentar escuchar la ceremonia desde fuera. También hubo presencia en el ingreso lateral y un operativo de tránsito buscó ordenar la zona.
Las expresiones de afecto fueron constantes. Jóvenes y adultos coincidieron en destacar el vínculo del Papa con los excluidos y su capacidad para atraer a nuevas generaciones a la Iglesia.
Además, en la parroquia Nuestra Señora de la Merced, ubicada en barrio Saladillo, se realizó una misa paralela. Allí, el padre Pedro mostró el solideo que el Papa le había entregado durante una audiencia privada en 2014, como agradecimiento por un obsequio.
Durante toda la jornada, la Catedral permaneció abierta, y el homenaje al pontífice argentino se extendió más allá de un único lugar, reflejando la huella que dejó en la comunidad rosarina.
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