Es considerada una de las más grande de América. Tiene una capacidad para 40.000 reclusos. Actualmente tiene tras las rejas a 12.000 pandilleros que viven bajo un régimen estricto.
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El centro penitenciario, considerado el más grande de América, cumple seis meses entre luces y sombras y fue construida por orden del presidente Nayib Bukele. Hay alrededor de 12.000 presuntos pandilleros de El Salvador encerrados.
Comenzó a recibir internos desde el 24 de febrero, y a la fecha acumula 12.114 delincuentes, en su mayoría acusados de pertenecer a las violentas Mara Salvatrucha y Barrio 18, nacidas en calles de la ciudad estadounidense de Los Ángeles a principios de la década de 1980.
Sus pabellones tienen un techo curvo que permite la ventilación natural para los presos, además de espacios tragaluz para filtrar los rayos del sol hacia un patio que separa las celdas.
Dicho espacio, fue construido para recluir a parte de los más de 70.000 pandilleros detenidos bajo un régimen de excepción, decretado por el Congreso a petición de Bukele. Esto en respuesta a una escalada de violencia que se cobró la vida de 87 personas entre el 25 y 27 de marzo de 2022.
Para su edificación, el Estado compró 166 hectáreas, 23 de las cuales fueron utilizadas para levantar ocho pabellones que se encuentran dentro de un perímetro rodeado por un muro de concreto de 11 metros de altura y 2,1 kilómetros de extensión, protegido por alambradas electrificadas.
En el marco de una visita que el comisionado de Derechos Humanos de El Salvador, el colombiano Andrés Guzmán, y la procuradora de Derechos Humanos, Raquel Caballero, interrogaron a los internos sobre su vivencia en las celdas. La mayoría dijo que el agua “no falta”, pero pidieron escobas y detergente para la limpieza de las celdas.
Por otro lado, hay convictos que dicen recibir a tiempo crema dental, cepillos y jabón, mientras otros clamaron por medicamentos para quienes padecen enfermedades terminales.
En cada celda de unos 100 m2, permanecen de 60 a 75 reclusos que disponen de cuchetas, dos inodoros y dos piletas con agua corriente para el aseo, así como dos recipientes con agua para beber.
”Hay muchísimas cosas por mejorar, y todos los días hay un equipo trabajando”, responde a los internos el comisionado Guzmán.
Tras cumplirse el primer año de régimen de excepción, la ONG de Derechos Humanos Cristosal denunció 174 muertes bajo custodia del Estado, y la calificó como “una medida permanente de represión y violaciones a los derechos humanos”. Pero, el comisionado de DDHH sostiene que: “los internos, dentro de los parámetros generales de un centro de reclusión, están en buenas condiciones (y) se respetan los derechos humanos”.
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Entre el hambre y el ocio
Luego de escuchar las distintas versiones de los internos, la procuradora de Derechos Humanos, Raquel Caballero, dijo que los reclusos se quejaron por las raciones de comida. ”Se quejan que la comida no es suficiente” y “que están ociosos. No hacen nada porque se la pasan encerrados”.
Los pandilleros recluidos, según explica la funcionaria, “están conscientes que lo que hicieron los ha traído aquí”.
Además, aseguró que un equipo médico de 50 personas entre enfermeras y médicos atiende a los internos. Un médico declaró que “a diario” se toman muestras del agua que son enviadas a laboratorio para garantizar su calidad.
En febrero, el Cecot inició un severo régimen en el que los reclusos nunca salían de sus celdas, e incluso aún no se les permite recibir visitas familiares.
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