Un estudio analiza cómo variará el volumen de agua de los ríos del mundo en las próximas décadas debido al calentamiento global
En el último reporte del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático se proyecta una intensificación de los componentes del ciclo hidrológico global en el período 2015-2050. Este muestra un aumento promedio de la precipitación (+3%), evapotranspiración (+2%) y escurrimiento (+6%). Este último es el componente del ciclo hidrológico asociado al caudal de los ríos.
“Un aumento global del 6% en escurrimiento indica una tendencia creciente en la descarga de los ríos hacia los océanos. Será muy evidente en nuestras simulaciones desde el año 2000. Esto significa que el ciclo hidrológico sufrirá alteraciones y algunos ríos serán más caudalosos”, explicó Omar Müller. Se trata del docente e investigador del Centro de Estudios de Variabilidad y Cambio Climático de la Facultad de Ingeniería y Ciencias Hídricas de la UNL, y del CONICET.
Para esta investigación se realizaron 18 simulaciones hidrológicas globales de alta resolución para el período 1950-2050. Para ello fue utilizado el modelo TRIPpy desarrollado por Müller. Y se validaron comparando los caudales simulados con los observados en el período 1950-2014 en 346 cuencas distribuidas en todos los continentes.
El calentamiento global y el ciclo hidrológico
Nuestro planeta está cubierto en un 70% por océanos y en un 30% por continentes. El calentamiento de los océanos a partir de la radiación solar da lugar a la evaporación. Esto genera su pase a la atmósfera como vapor de agua. Parte de este vapor de agua se condensa, formando nubes y precipitando en parte sobre los océanos. Pero cabe destacar que otro volumen importante de vapor se transporta hacia los continentes. Allí es donde también precipita como lluvia o nieve, alimentando ríos, lagos y recargando los acuíferos. En la continuidad del ciclo hidrológico, el agua finalmente regresa a los océanos a través de la descarga desde ríos y acuíferos.
Además, el aumento global de la temperatura acelera el derretimiento de glaciares y nieve en las montañas. Esto contribuye también a incrementar aún más los caudales de los ríos.
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