Las Inteligencias Artificiales, como ChatGPT, revoluciona la medicina al ofrecer respuestas claras, pero no reemplaza la empatía y observación de médicos humanos.
El avance de las Inteligencias Artificiales (IA) en la medicina está cambiando el vínculo entre médicos y pacientes. Cada vez más personas usan herramientas como ChatGPT para consultas de salud. Un estudio reciente mostró que muchos argentinos consideran que estas plataformas ofrecen respuestas más útiles que los profesionales humanos, sobre todo entre los más jóvenes que carecen de cobertura médica.
Este fenómeno crece porque la IA proporciona explicaciones claras, personalizadas y libres de prejuicios. Expertos como Joaquín Fernández Sande explican que las personas buscan sentirse escuchadas, algo que los médicos muchas veces no logran por falta de tiempo.
Oscar Mendiz añade que la IA emplea un lenguaje sencillo y cercano, lo que reduce la inhibición para hacer preguntas delicadas. Esta facilidad impulsa la preferencia de algunos usuarios por sistemas digitales.
Sin embargo, confiar exclusivamente en ChatGPT para cuestiones médicas implica riesgos. Fernández Sande advierte que la IA no tiene percepción sensorial ni experiencia en el mundo real. No puede detectar señales físicas importantes como el aliento cetónico o la sudoración fría. La medicina requiere algo más que datos: necesita observación directa, empatía genuina y juicio clínico.
Además, la relación médico-paciente sufre un deterioro notable. Factores como la sobrecarga laboral, la falta de empatía en la formación médica y la interferencia de aseguradoras debilitan este vínculo esencial. Muchos pacientes frustrados buscan en la tecnología una alternativa más accesible y menos restrictiva.
Pese a todo, los especialistas ven un futuro prometedor en la combinación entre IA y profesionales. La inteligencia artificial puede mejorar diagnósticos, reducir errores y permitir seguimientos más eficientes. Pero siempre deberá actuar como asistente, no como reemplazo. La medicina, recuerdan los expertos, sigue siendo un acto profundamente humano que la tecnología debe acompañar, no suplantar.
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