El empleo privado en Argentina experimentó un deterioro en la última década, con una disminución en la participación de los asalariados privados en el mercado laboral.
Según un informe reciente de la consultora LCG, desde enero de 2012, la participación de los asalariados privados ha pasado del 55,9% al 48,7% actual. Durante el mismo período, los asalariados públicos pasaron de representar el 23,3% del total a significar el 25,9%, mientras que los trabajadores independientes, que en 2012 representaban el 20,9% del total de trabajadores, ahora alcanzan el 25,4%.
El informe de LCG también señala que del total de trabajadores formales incorporados en los últimos 13 años, el 89% correspondió a empleados públicos, monotributistas o empleados domésticos. En términos de empleo formal creado, se observa un crecimiento del 1,54% anual entre 2013 y 2023, apenas encima de la tasa vegetativa estimada por el INDEC (+1%). En números absolutos, se crearon 1,85 millones de empleos formales: 277.000 asalariados privados, 696.000 estatales y 880.000 autónomos y monotributistas.
A pesar del crecimiento del empleo monotributo post-pandemia, los asalariados formales privados solo representan el 15% de los puestos creados en los últimos 10 años. Según estimaciones de FIEL, el PBI por persona ocupada será este año el más bajo registrado desde 2011, con una caída del orden de 17% respecto de esa base. El PBI por habitante no estará muy lejano.
Al analizar la evolución del empleo privado en blanco desde 2012, se evidencia una caída en la generación de empleo registrado del sector privado en términos absolutos. Si se introduce el crecimiento poblacional en el análisis, la cantidad de trabajadores registrados privados cada 100 habitantes cayó 8,9% en los últimos 10 años y medio.
Joaquín Waldman, economista e investigador del Centro de Estudios de Estado y Sociedad (CEDES), señala que el empleo va muy de la mano de la actividad económica y esta no crece desde 2011. El Producto Bruto Interno (PBI) de Argentina en 2021 se encontraba por debajo de los valores registrados en 2011, a precios constantes. La caída de la demanda en los años más recientes fue impulsada por la crisis cambiaria de 2018 y 2019 y por la pandemia, que afectaron las ventas.
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