Los resultados revelaron que dos de cada tres mujeres sufren abuso, con altas tasas de violencia emocional, física y sexual.
La ONG AMAP Rosario trabaja en el barrio Bella Vista Oeste desde hace más de tres décadas. Su principal objetivo es ayudar a niños, jóvenes y adultos a través de la educación. Recientemente, en el marco del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres, realizaron un estudio demoscópico para comprender mejor cómo enfrentan esta realidad en su barrio.
El censo en cuestión abarcó temas amplios, por lo que se consultó a las participantes sobre violencia de género, consumo de drogas y qué dificultades enfrentan a la hora de cumplir sus metas. Con esto, esperan desarrollar talleres y capacitaciones que puedan ser de ayuda para las mujeres en situaciones de vulnerabilidad.
Reconocer la violencia para romper el círculo
Muchas veces, el abuso se encuentra tan normalizado que la gente no se da cuenta de que es víctima de él. Por eso, la encuesta no solo tenía el objetivo de recopilar datos, sino que buscaba que sus participantes se detengan a reflexionar si estaban siendo víctimas. El reconocimiento de este tipo de dinámicas es importante para que la persona pueda romper el patrón de abuso.
Los resultados de la encuesta
En el proyecto, que era abierto para todas las mujeres del barrio, tuvo unas 150 participantes, de las cuales casi el 90 % son madres. El resultado fue que dos de cada tres mujeres en Bella Vista Oeste sufren violencia de género. Este promedio se encuentra por encima del de la ONU, donde se informaba que una de cada tres mujeres sufrió violencia de género a lo largo de su vida.
En el estudio, además, se informaron diversos tipos de violencia. Un 91,2 % sufrió violencia emocional y verbal, mientras que el 38,6 % sufrió violencia física. Más alarmante aún, casi un 15 % sufrió algún tipo de violencia sexual. Generalmente, todas estas formas de violencia fueron perpetradas por personas cercanas, como parejas, exparejas o familiares.
Durante la encuesta, se buscó comprender cómo el consumo de drogas impactaba en los patrones de abuso. Hasta un 40 % reconoció que el consumo de sustancias tenía impacto en la violencia de género, pero solo el 5,5 % de las encuestadas lo consideró la causa directa.
Educación como forma de empoderamiento
En busca de formular talleres y capacitaciones que ayuden a las mujeres a salir de su situación, AMAP consultó a las participantes. Un 85,9 % respondió que necesitaban capacitaciones laborales, otro 64,6 % pidió terapia psicológica, mientras que el 61,6 % solicitó actividades educativas.
Basándose en estos resultados, AMAP diseñó una agenda de actividades gratuitas, con énfasis en prevención y empoderamiento. Finalmente, el estudio fue compartido con la secretaria de Género, Mónica Ferrero, coordinando nuevas propuestas para responder a las necesidades detectadas.
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