Pinin Brambilla, una de las principales autoridades mundiales en la conservación de frescos renacentistas, murió a los 95 años en 2020. En 1977, asumió el desafío de restaurar La Última Cena de Leonardo da Vinci, que había sido comisionada por el duque de Milán Ludovico Sforza hace más de 500 años.
Brambilla fue una de las pocas restauradoras que logró recuperar el carácter original de cada individuo en la pintura y restaurar el deterioro acumulado durante siglos. La técnica experimental de Leonardo, que consistía en pintar con témpera u óleo sobre una superficie de yeso ya seca, hizo que los pigmentos no quedaran adheridos de forma permanente a la pared, lo que contribuyó al deterioro del mural.
Además, la pared del refectorio donde está pintado La Última Cena absorbía la humedad de un arroyo subterráneo que corría bajo el monasterio y recibía oleadas de humo y vapor que emanaban de la cocina. Brambilla y su equipo tuvieron que trabajar con extrema delicadeza para recuperar la pintura original, lo que llevó años de trabajo.
A pesar de que este proyecto le significó pasar mucho tiempo lejos de su familia, Brambilla siempre lo consideró una labor muy emocionante.
Después de años de intentos fallidos por preservar una de las obras más icónicas de Leonardo da Vinci, “La última cena”, finalmente ha sido restaurada con éxito. La restauración fue llevada a cabo por Pinin Brambilla, quien lideró un equipo de expertos en la tarea de recuperar la pintura original que había sido dañada por el tiempo y los intentos previos de restauración.
Según Brambilla, seis restauradores anteriores habían intentado preservar la obra, pero sus esfuerzos habían sido en vano. Cada uno de ellos había modificado las características de los apóstoles, lo que había llevado al deterioro de la imagen original.
La técnica experimental utilizada por Leonardo da Vinci, que consistía en pintar con témpera u óleo sobre una superficie de yeso ya seca, había provocado que los pigmentos no quedaran adheridos de forma permanente a la pared, lo que contribuyó al desgaste de la obra a lo largo del tiempo.
La restauración de la obra buscó recuperar el carácter de cada individuo representado en ella, y según Brambilla, el proceso fue muy emocionante. “Lo que buscamos con nuestra restauración fue recuperar el carácter de cada individuo. Y eso fue muy emocionante”, explicó.
La obra, que se encuentra en el refectorio del convento de Santa Maria delle Grazie en Milán, es una de las piezas más valiosas e importantes del arte occidental. Ahora, gracias a la labor de Pinin Brambilla y su equipo, la imagen original de “La última cena” podrá ser admirada por generaciones futuras.
LOS DAÑOS Y ARREGLOS QUE TENÍA LA OBRA
La obra del Cenáculo, también conocida como “La Última Cena” de Leonardo da Vinci, ha sufrido una gran cantidad de daños a lo largo de los años debido a varios factores.
Uno de los factores más destacados es la humedad que proviene de un arroyo subterráneo que corre debajo del monasterio y que ha sido absorbido por la pared del refectorio donde se encuentra el mural. Además, la ubicación del mural en relación a la cocina del monasterio ha provocado la exposición a oleadas de humo y vapor.
Otro factor importante fue la utilización del edificio como establo por parte del ejército de Napoleón, así como el impacto de una bomba aliada durante la Segunda Guerra Mundial, que dejó expuesto el muro a los elementos.
Sin embargo, lo más preocupante para el experto en conservación Brambilla es la manera poco afortunada en la que se han realizado los esfuerzos de restauración a lo largo del tiempo. Según sus palabras a la BBC, su investigación se centró en los materiales utilizados y en las técnicas empleadas por los restauradores en diferentes momentos históricos.
A TRABAJAR
Brambilla y su equipo montaron enormes andamios frente al fresco y sellaron la sala para evitar que entre más polvo y suciedad. Después, hicieron pequeños agujeros en la pared para insertar cámaras diminutas y establecer cuántas capas de pintura cubrían la obra original.
Sin embargo, este trabajo obsesivo también tuvo un impacto en la vida personal de Brambilla. “El trabajo me hacía pasar mucho tiempo lejos de mi marido y mi hijo. A veces trabajaba sola, incluso sábados y domingos hasta el mediodía. En un momento mi marido me dijo ‘basta’, esto es suficiente para La última cena, quiero vivir un poco’. Pero yo estaba totalmente obsesionada”, recordó la restauradora.
A pesar de los críticos que dicen que la restauración le quitó demasiada pintura a la obra, Brambilla está satisfecha con su trabajo y reconoce que es difícil distanciarse de cada obra que restaura. “Por cada obra que restauro, una parte se queda conmigo, algo del artista. Distanciarme siempre es difícil. Es como si perdieses una parte de ti”, expresó Brambilla.
La restauración de “La última cena” fue un trabajo arduo pero gratificante para Brambilla, quien quedó impactada por la obra maestra de Leonardo y la importancia de su tarea.
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