Por Norma López – Concejal Frente de Todos y Vice presidenta del Partido Justicialista de Santa Fe
A 47 años del último golpe de Estado cívico-militar-eclesiástico en la Argentina y a 41 años de la guerra de Malvinas, el debate sobre qué Democracia tenemos, qué Democracia hemos logrado construir y qué dejamos a las generaciones presentes y futuras, debe ser un compromiso constante para que las consignas: Memoria, Verdad y Justicia y Nunca Más, no sean solo consignas. Así también como la reiteración del justo reclamo de soberanía que tiene nuestro país desde 1833 y que fue avasallado por la posesión colonial de Gran Bretaña sobre nuestras islas.
Hoy, con corrientes negacionistas, violencia política y mediática, un intento de magnicidio a nuestra Vicepresidenta de la Nación y un partido judicial que viola los principios democráticos, republicanos y constitucionales, tener memoria es una obligación ciudadana porque sin justicia, no hay verdad y no hay futuro.
La guerra de Malvinas en ese sentido, no puede disociarse de la dictadura. Aquel despliegue militar formó parte de un golpe genocida que ya había secuestrado, torturado y exterminado a miles de personas. Sin embargo, en muchas ocasiones se suele olvidar la relación de la dictadura cívico-militar-eclesiástica con la decisión de ir a la guerra. Conflicto bélico que, además, responde a un histórico reclamo por la soberanía argentina en Malvinas.
No podemos dejar de hablar y evocar lo pasado, pero pensando siempre en el futuro, recorriendo todos los caminos posibles en el reclamo de nuestra soberanía, pero siempre bajo el signo de la paz.
Estos años tienen deudas que debemos saldar y políticas públicas que deben ser un norte en el diagrama de una sociedad que anhela trabajo, libertad, distribución de la riqueza y un Estado presente. Pero un Estado que no repita los mismos errores con recetas totalitarias, demagógicas y anti soberanas. Hoy, lamentablemente, vemos sectores políticos que profesan violencia, medios que la legitiman y sectores judiciales que la apañan, la cual termina trasladándose a diversos sectores y fragmentando a la sociedad.
Si el plan Cóndor en Latinoamérica fue el diagrama de los años 70 que instaló las dictaduras y los planes económicos de un liberalismo salvaje, el lawfare es sin dudas la herramienta que se constituyó en nuestro continente para derrocar, perseguir, encarcelar y atomizar a los líderes populares.
La democracia para constituirse como tal, debe saldar sus deudas, pasadas, presentes y futuras. Para saldar las pasadas -que siempre son presentes-, debe anclarse en la memoria. Así, quizás nuestros héroes y heroínas de Malvinas tengan un país soberano, un acompañamiento a sus derechos y un verdadero sostén económico, psicológico y social. El poder no puede ser ambivalente: los genocidas deben ser juzgados y encarcelados y las víctimas deben tener justicia.
La memoria como bandera. La verdad como frontera.
Malvinas, hoy y siempre, argentinas.
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