El descenso de la inflación abre un verano clave para la implementación de nuevas medidas financieras y cambiarias.
El descenso sostenido de la inflación, con un registro del 2,4% en noviembre y la expectativa de un tercer mes consecutivo por debajo del 3% en diciembre, sienta las bases. Esto permite que el Gobierno implemente nuevas medidas financieras y cambiarias. El verano tradicionalmente se perfila como un momento clave para estas iniciativas, con un margen de acción de aproximadamente 60 días.
Como ya anunció el presidente, entre las medidas destacadas se encuentra la reducción del ritmo de ajuste del dólar oficial (“crawling peg”) del 2% al 1%. Esta medida está alineada con la baja de la inflación y la desaparición de la brecha cambiaria.
Este ajuste prepara el terreno para un futuro más ambicioso: la salida del cepo, proyectada para 2025. Sin embargo, esta medida está supeditada a acuerdos con el FMI y bancos privados para garantizar reservas suficientes que permitan una unificación cambiaria sin sobresaltos.
Otra acción relevante podría ser una nueva reducción de la tasa de interés. Sin embargo, el Banco Central adoptará cautela debido a la estacional caída de la demanda de pesos en enero, que podría generar presión cambiaria.
Además, se evalúa eliminar el dólar blend, dado que la brecha cambiaria dejó de ser un problema, permitiendo que el BCRA recupere fondos que anteriormente se desviaban al contado con liquidación. El verano también marcará el inicio de la “economía bimonetaria“, permitiendo pagos en pesos o dólares con tarjeta de débito, aunque los impuestos seguirán abonándose en pesos.
Por último, la implementación de estas medidas en verano tiene un componente estratégico. Realizarlas lejos del calendario electoral legislativo de octubre minimiza el impacto de la incertidumbre política en los mercados y garantiza la estabilidad del plan económico.
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