El dolor y el espanto golpeaban al artista cuando en noviembre de 1986 atacaron a sus dos “madres postizas” y a otra mujer en Rosario.
El día más oscuro en la vida de Fito Páez, el que marcó a fuego su vida y su obra, es narrado en uno de los episodios de la exitosa serie sobre Fito, “El amor después del amor”, que se encuentra en Netflix.
Ese día, el marido de Fermina Godoy, la empleada doméstica de la familia Páez, fue a buscar a su esposa a la casa donde trabajaba y cuando arribó, aquel 7 de noviembre de 1986, nadie le respondía el llamado a la puerta a pesar de que se escuchaba una radio encendida. Así, el hombre decidió forzar la entrada para encontrarse con una escena dantesca: su mujer tendida en una cama, sin vida. Las dos ancianas también: Josefa Páez y Belia Zulema Ramírez de Páez, la abuela y su tía abuela, sus “madres postizas”.
Belia, la abuela de 76 años, y su prima Josefa, de 80, tenían heridas profundas en el cuerpo, provocadas por un elemento punzante, mientras que la empleada doméstica había sufrido un disparo en la cabeza. La madre de Páez había fallecido cuando él tenía ocho meses, y su abuela y su tía habían llenado ese vacío, por lo que fueron pilares fundamentales en su crianza. Fito, que se encontraba de gira en Río de Janeiro cuando se enteró del hecho, cuenta que destrozó la habitación en un ataque de ira, mezclado con calmantes y alcohol.
Todo había ocurrido a 100 metros de la Jefatura de Policía de la Regional 2, en Balcarce 681. La identidad del asesino era un misterio, no se encontraron huellas ni objetos de valor sustraídos. La Policía detuvo al marido de Fermina y a una pareja allegada a los Páez, pero todos fueron liberados a las pocas horas.
Fito volvió de Brasil y se presentó en la seccional tercera, en medio de una nube de cámaras y periodistas. Al recordar a sus “madres”, dijo: “Mi abuela y mi tía eran las personas que más quise. Para mí eran como dos madres. No puedo creer esta cosa loca que ha ocurrido. No la entiendo. Es muy poco lo que puedo decir, con todo el lío que tengo en el mate. Vine a contar cómo vivía mi familia en su casa, porque puede servir a la investigación; a contar cómo vivían esas maravillosas mujeres”.
Para colmo, Fito debía hacer frente a sus compromisos profesionales, es que el dramático hecho lo encontró en un momento donde su carrera estaba en pleno ascenso. Debía presentar “La, La, La”, junto a Luis Alberto Spinetta, a mediados de diciembre, en Obras Sanitarias.
La crónica del concierto indicaba que a los temas de Spinetta “se sumaron varios del repertorio de Páez, incluso uno nuevo”. Ese nuevo, se llamaba “Ciudad de pobres corazones”, tema emblemático que el cantante incluiría en su próximo disco de igual nombre y que serviría a modo de terapia. Fito Páez describía a “Ciudad de Pobres Corazones” como: “este disco es un bajón, pero loco sería que no fuese así. Es un disco urgente, como el dolor, me lo quiero sacar de encima lo antes posible”.
Parecía que el crimen quedaba impune, hasta que en 1987 la causa dio un giro inesperado. Una chica trans de Rosario, llamada Paola, fue detenida y se le hallaron joyas que habían pertenecido a la abuela de Páez. Paola acusó a su amante, Walter De Giusti, de 24 años. El joven fue detenido y confesó los asesinatos.
De Giusti fue condenado a prisión perpetua, aunque más tarde se le bajó la condena a 24 años y siete meses de cárcel. En 1998, se confirmó que había contraído HIV en la cárcel y le concedieron la prisión domiciliaria, la cuál violó en reiteradas ocasiones, lo que lo llevó a volver a prisión, dónde murió unos días después.
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