La luz artificial nocturna daña la salud humana, la de insectos y animales. Las noches son cada vez menos oscuras, y eso acarrea consecuencias graves para nuestro ecosistema.
La contaminación lumínica continúa en aumento y, según un estudio reciente, en unos 20 años las estrellas podrían ser invisibles debido al efecto de la iluminación artificial en las grandes urbes. La gran cantidad e intensidad de luces utilizadas durante la noche para alumbrar las ciudades afecta no solo la visibilidad de los cuerpos celestes, sino también la salud humana y de la fauna.
En primera instancia, científicos indican que el aumento del uso de diodos emisores de luz (LED) ha sido un factor clave en la disminución de la visibilidad de la Vía Láctea y otros cuerpos celestes. En un estudio publicado en 2016, un grupo de astrónomos estimó que la Vía Láctea ya no es perceptible a simple vista para una de cada tres personas a nivel mundial, una situación que ha empeorado año a año.
De acuerdo con investigadores del Centro Alemán de Geociencias, desde 2011 hasta 2022 el cielo nocturno ha aumentado su brillo un 9,6% cada año, lo que amenaza con eclipsar la mayoría de las estrellas, salvo las más brillantes, en una generación. Así, un niño nacido en un lugar donde se ven 250 estrellas por la noche, solo podrá observar alrededor de 100 cuando cumpla 18 años.
Efectos negativos en la salud humana
Las luces azuladas LED, que se utilizan cada vez más, carecen del espectro de luz roja o infrarroja que estimula el desdoblamiento del azúcar en la sangre y la producción de melatonina, lo que podría tener consecuencias negativas para la salud humana. Expertos señalan que la eliminación de esta parte del espectro de la luz artificial está influyendo en las oleadas de obesidad y en el aumento de los casos de diabetes.
Consecuencias negativas en la fauna
Las especies afectadas incluyen tortugas marinas, aves migratorias y otros organismos que se guían por la luz de la luna. Una gran cantidad de insectos, fuente principal de alimento de diversos animales, se ven atraídos por las luces artificiales y mueren al entrar en contacto con ellas, lo que podría suponer una amenaza al equilibrio ecosistémico.
A pesar de estos efectos negativos, los expertos señalan que ligeros cambios en las luminarias podrían reducir sustancialmente la contaminación lumínica. Algunas medidas que se pueden tomar incluyen garantizar que las luces exteriores tengan las pantallas bien colocadas y apunten hacia abajo, limitar su intensidad y asegurarse de que tengan un espectro de luz rojo-naranja.
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